Dra. Teresa Cenarro / Redacción Farmacosalud.com
Desde el punto de vista fisiológico, el fallo de medro puede identificarse con la incapacidad para sostener una velocidad de crecimiento normal, tanto en peso como en talla, en niños menores de 3 años de edad. En niños mayores de esta edad la reducción en la velocidad de crecimiento suele denominarse fallo de crecimiento o maduración sexual retardada[1]. No hay datos seguros sobre la prevalencia del fallo de medro en España, ya que la definición de este síndrome es muy variable. “Hay autores que reportan un 10%, mientras que otros hablan incluso de un 20%”, remarca la Dra. Teresa Cenarro Guerrero, pediatra del Centro de Salud Ruiseñores (Zaragoza) y miembro y coordinadora del Grupo de Gastroenterología y Nutrición de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap).
El fallo de medro puede deberse a una enfermedad subyacente o no, aunque en la mayoría de los casos en ambos grupos la causa principal es una ingesta insuficiente para suplir las necesidades para crecer[2]. En la mayoría de los casos -entre un 85-90%-, no se podrá identificar una causa orgánica. Dentro de aquellos casos originados por causa orgánica, puede haber mucha variabilidad: enfermedades que originan consumos disminuidos de calorías, aquellas patologías que necesitan requerimientos energéticos aumentados, otras que originan dificultad en la utilización de nutrientes y otras que originan absorción inadecuada de los mismos.
En muchas ocasiones, el fallo de medro no se asocia a la pobreza
En cuanto a los casos de ingesta insuficiente -causa mayoritaria, tanto si hay enfermedad subyacente o no-, el fallo de medro no siempre está vinculado a la pobreza, dado que “en muchas ocasiones no se asocia a ella, sino al inadecuado balance entre ingesta de calorías y consumo de las mismas”, señala la Dra. Cenarro.
Cuando un niño sufre fallo de medro, sus padres y el pediatra de Atención Primaria (AP) son, por supuesto, los primeros en darse cuenta de que algo no va bien. “Antes de decidir hacer pruebas diagnósticas -explica la experta-, se debe utilizar la mejor y más rentable herramienta: la realización de una adecuada historia clínica y, en este caso, una encuesta nutricional”. Después de haber llevado a cabo estos procedimientos -además de una adecuada exploración física-, en caso de considerarse necesario se realizaría una analítica de primera línea, hemograma, bioquímica, estudio del metabolismo del hierro, estudio de la función tiroidea y marcadores celiacos, estudio sistémico de orina y urocultivo, coprocultivo e investigación de parásitos en heces. Y, en función de los resultados, se podría ampliar el análisis con la realización de pruebas de imagen u otras pruebas.
El papel del pediatra de Atención Primaria es fundamental en el tratamiento del fallo de medro. El enfoque terapéutico debe de ser individualizado y el profesional de la pediatría, en la mayoría de casos, debe coordinar un equipo multidisciplinar (pediatra especialista en gastroenterología y nutrición, dietista, psicólogo, trabajador social, etc.), para poder abordar todos los aspectos de este síndrome[2]. Cuando intervienen varios profesionales de la salud, es el trabajo de un equipo coordinado el que marca la pauta del abordaje, por lo que, en caso de discrepancia sobre los pasos terapéuticos a seguir, “nadie tiene la última palabra. El seguimiento lo realizará de manera más continuada el pediatra de Atención Primaria por el tipo de asistencia que se presta en el ámbito de la Atención Primaria”, aclara la coordinadora del Grupo de Gastroenterología y Nutrición de la AEPap.
El pediatra de AP debe asesorar, enseñar hábitos nutricionales y acompañar a los padres
El enfoque terapéutico para el fallo de medro gira en torno al asesoramiento nutricional, la modificación del comportamiento y el apoyo psicosocial. Los padres y cuidadores deben formar parte básica del tratamiento para evitar sentimientos de culpa, incompetencia o ira que interfieran con la adecuada alimentación del niño[3]. El pediatra de Atención Primaria debe asesorar, enseñar hábitos nutricionales y acompañar a los progenitores en el abordaje del problema, sin que el concepto de culpabilidad esté presente en ningún momento. En este sentido, la Dra. Cenarro recuerda que “los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos”, si bien el desconocimiento comporta que, en ocasiones, “las actuaciones no sean las correctas; por eso es primordial el asesoramiento y acompañamiento”, precisa.
A la hora de mejorar la nutrición del niño afectado de fallo de medro, hay que individualizar cada caso: en unos casos será necesario aumentar la ingesta de calorías, mientras que en otros lo que habrá que cambiar son los alimentos que proporcionan las calorías.
“Habitualmente no se usan los estimulantes del apetito”
Con respecto al tratamiento farmacológico, no hay datos que demuestren la eficacia de los fármacos estimulantes del apetito (además tienen eventos adversos), por lo que su utilización es controvertida[4]. Cenarro no es partidaria de la terapia farmacológica en el ámbito del fallo de medro: “habitualmente no se usan los estimulantes del apetito… no hay evidencia científica de la adecuación de su uso y tienen efectos secundarios”. Ahora bien, “en algún caso muy individual y en momentos muy concretos puede que sea necesario utilizar algún estimulante del apetito, pero hay que tener en cuenta que éstos deben usarse siempre bajo indicación y supervisión médica, ya que tienen efectos secundarios”, de manera que esos fármacos sólo estarían indicados en “algún caso muy excepcional”, destaca la pediatra.
No es frecuente tener que llegar a la hospitalización, salvo en algunos casos de fallo de medro orgánico que precise la hospitalización para estudio o tratamiento de la enfermedad[5]. El pediatra de AP debe derivar hacia un hospital en aquellos casos en que se presenten signos de alarma: deshidrataciones, requerimiento de técnicas especiales de alimentación, sospechas de maltrato, cuadros de mala evolución… aquí será necesaria la derivación hospitalaria urgente y la derivación a Atención Especializada porque habrá que llevar a cabo estudios más complejos o realizar tratamientos específicos. Con todo -matiza la especialista-, “en la mayoría de los casos el abordaje se realizará desde Atención Primaria”.
Según la Dra. Cenarro, el mejor avance que puede existir en el ámbito del fallo de medro es la adopción de “una buena prevención” y una “detección precoz” realizada en el marco de la Atención Primaria. De ser así, “se mejorará el abordaje y resolución" de estos cuadros, concluye.
Referencias
1. Barrio Merino A., Calvo Romero C. ‘Evaluación del niño con fallo de medro’. Protocolos diagnósticos y terapéuticos en pediatría. Web Asociación Española de Pediatría (AEP). https://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/9-fallo_medro.pdf
2. Página web SEPEAP. ‘Fallo del medro, o cuando el niño crece menos de lo que debería’. 2015. Difusión online: https://sepeap.org/fallo-del-medro-o-cuando-el-nino-crece-menos-de-lo-que-deberia/
3. Redondo Gago M. ‘FALLO DE MEDRO. Protocolo de actuación para atención primaria’. 2013. Asociación de Pediatría de Atención Primaria de las Islas Baleares (APapIB). Difusión online: http://apapib.es/FM_protocolo_2013.pdf
4. Bueno Pardo S. ‘Fallo de medro’. Pediatr Integral 2015; XIX (5): 308-312. SEPEAP. https://www.pediatriaintegral.es/publicacion-2015-06/fallo-de-medro/
5. Barrio Merino A., Calvo Romero C. ‘Actuación ante un niño con fallo de medro’. Protocolos diagnóstico-terapéuticos de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica SEGHNP-AEP. 67-75. Web Asociación Española de Pediatría (AEP). Web https://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/fallo_medro.pdf